El cuidado y el uso racional del agua es una preocupación creciente en todo el mundo. El uso excesivo, el aumento de la demanda, la falta de información transparente, la contaminación, la mala gestión, la falta de infraestructura y los cambios en los patrones climáticos, son factores determinantes que afectan la disponibilidad de agua dulce.

En este sentido, los problemas asociados al agua se relacionan con tres aspectos esenciales: muy poca agua, mucha agua o muy contaminada. Estos problemas no son nuevos, y si bien muchas veces se asocian a condiciones climáticas extremas, la mayoría de las veces se explican en una mala planificación y gestión del agua.

Para abordar este problema de la gestión y planificación del agua, en las últimas décadas se han utilizado distintas estrategias a nivel global. En la década de los 80, el foco estuvo en la “gestión integrada del agua”, entendiendo que el sistema se debía abordar considerando la demanda y la oferta de agua a nivel de cuenca hidrográfica, y conciliando los intereses de distintos usuarios del agua. En la década de los 90, toma fuerza el concepto de “gestión sostenible del agua”, identificando que no sólo se deben satisfacer las necesidades actuales; sino que también, se deben garantizar las necesidades futuras. A partir del año 2007, y a raíz de la evidencia científica sobre el cambio climático, se comenzó a hablar de “gestión adaptativa del agua”, comprendiendo que para satisfacer las necesidades presentes y futuras de agua, se debe flexibilizar la gestión del agua para adaptarse al clima que está cambiando. Más tarde, este término se ha usado de una manera mucho más amplia, refiriéndose a la necesidad de adaptarse continuamente y responder con flexibilidad a los cambios y circunstancias, las que deben estar adaptadas a las condiciones particulares de cada localidad.


Figura: Evolución de las estrategias globales para abordar la planificación y gestión del agua (Fuente: adaptado de Arjen et al. 2018).

Independiente de la estrategia que se implemente para la gestión del agua, las decisiones que se tomen deben comenzar por dar respuesta a las siguientes preguntas para poder dimensionar el tamaño del problema: ¿Cuánto cambio podemos manejar? ¿Cuánta agua se necesitará y estará disponible? ¿Cuándo debemos estar preparados?

Aún cuando, saber cuánta agua estará disponible es una pregunta de carácter técnico que se puede responder con baja incertidumbre, las respuestas a todo el resto de estas preguntas no son únicas y requieren de un enfoque integrado y local, considerando el hecho que los recursos de agua superficial y subterránea están vinculados, al igual que la cantidad y la calidad del agua.

Es así como nace una nueva definición, el término de “seguridad hídrica”. Este nuevo enfoque está íntimamente ligado al desarrollo humano, la gobernanza en un sentido más amplio que la “gobernanza del agua”, la seguridad alimentaria y energética, la equidad social e intergeneracional, y la sostenibilidad económica, social y medioambiental.

De hecho, el Global Water Partnership (GWP) en el año 2012 entrega la siguiente definición para la seguridad hídrica: “Un mundo con seguridad hídrica es aquel en el que hay suficiente agua para el desarrollo social, económico y para los ecosistemas”.

En definitiva, los sistemas de gestión y manejo sostenibles del agua, son aquellos que garantizan la seguridad hídrica; y por lo tanto, están diseñados y administrados para servir mejor a las personas y ecosistemas que viven hoy y en el futuro. Parte central de este diseño, es identificar y activamente involucrar a todas las partes interesadas sin exclusión, al tiempo de generar y reconocer los espacios donde se da el diálogo honesto, el que finalmente conduce a buenas reglas de uso y mecanismos de fiscalización y resolución de conflictos.

Dada la incertidumbre de lo que querrán las futuras generaciones y los problemas económicos, ambientales y ecológicos que enfrentarán, un principio rector para lograr una gestión sostenible del agua, es revitalizar el ciclo natural del agua en las cuencas hidrográficas y regenerar los ecosistemas asociados, para así activamente generar la abundancia de agua que se necesita para el desarrollo social, económico y para los ecosistemas.

Referencias:

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